Parte 1.
La despedida había sido lo que
más le había dolido. Ella sabía que le había hecho daño, ¿pero por qué lo había
hecho? Tal vez por el rencor al amor. Se había enamorado de él, o seguramente
sólo había sido un capricho más.
Y allí estaba ella, a kilómetros
de distancia con una nueva vida en su interior al lado de Liam, el que iba a
ser el padre de…
Aquello.
Ya no lo quería, se arrepentía de
haberse quedado embarazada, de no haber abortado a tiempo, de haber seguido
adelante con aquella locura. Y ahora echaba de menos a Christian, su forma de
sonreír, de mirarla mientras pensaba en algo que decirle. Aunque él fuera gay,
aunque le hubiese mentido, le quería. Le era imposible odiarle, pero ni ella ni
nadie podía llegar a odiar nunca a ese chico. Era especial, era mágico.
Christian hacía todo lo que estaba en su mano por todas las personas que le
rodeaban, daba su vida por sacarles una sonrisa, por hacerlas felices a su
lado, y eso es algo que toda persona agradece.
Por esa razón y por muchas más,
Christian nunca sería odiado por nadie, y quien lo hiciese se estaría perdiendo
a una persona que sin duda alguna, llegaría lejos algún día. Pero, ¿quién sabe
cuándo?
Georgina está sentada en el salón
de los padres de Liam. Allí en Nueva York tienen un apartamento en uno de los
edificios principales de la ciudad. La pared del fondo y justo la de la
izquierda que toca con ella son cristales que muestran la calle. Le encanta
sentarse allí y pensar mientras Liam sale por las mañanas a realizar las compras.
Ella ha dejado los estudios, en Estados Unidos tiene todo lo que quiere y puede
desear y la casa es perfecta para que la pequeña, porque va a ser una niña
definitivamente, nazca.
El apartamento está compuesto por
el salón, la cocina a más puro estilo americano y dos habitaciones con un
cuarto de baño. Una de las habitaciones es la de ellos y la otra la están
arreglando para la pequeña Nahiara.
Georgina se levanta y entra en la
habitación de la que será su hija. Habían pintado las paredes de color azul
cielo y ya había algunos muebles. Estaba la cómoda, la cuna y la cama. Las
sábanas no estaban puestas porque era una tontería ponerlas tan pronto. Se
sienta sobre el plástico protector que envuelve al colchón y sonríe leve
mirando la cómoda y recordando lo que había sentido al recibir los muebles que
los padres de Liam habían comprado tras enterarse del embarazado; cuando abrió
los cajones se quedó sorprendida al descubrir que allí ya descansaban las
primeras mudas de ropa de su pequeña.
Después borra la sonrisa de su
cara y mira el color de las paredes. ¿Por qué azules cuando iba a ser una niña?
Porque era el color favorito de
Christian.
Fundido en Negro.
Parte 2.
Mientras que Georgina pensaba en
él, Christian se encontraba duchándose para salir. La diferencia horaria entre
Nueva York y España era de seis horas por lo que aquí son las seis de la tarde
ya.
El chico ha quedado con su amiga
Nina para ir a la misma discoteca que fue hace dos noches y su amiga había
aceptado sin poner ninguna excusa. Cenarían en una pizzería que quedaba a dos
manzanas de su casa y después irían al parque para hacer hora ya que querían
llegar y que hubiese ya ambiente pero pensando en lo que tardaban las pizzas en
salir en ese sitio llegarían con la fiesta ya comenzaba y bastante caliente,
como decía su amiga.
Mientras se ducha tararea la
canción de “Born this Way” de su amadísima Lady Gaga, la cual le había
acompañado desde que Rubén le había dicho aquello. ¿La solución que él mismo se
había impuesto tras la noticia?
Olvidar al que había sido el amor
de su vida y enamorarse de alguien mejor.
Había escrito una entrada en su
blog acerca de lo que le había pasado, había recibido más de trescientas
visitas y algunos comentarios en el que le pedían que tendría que ser fuerte,
superar la pérdida del amor. Todos esos comentarios les hicieron llorar, menos
uno.
“¿Sabes? Me parece increíble tu
historia, me suena a cuento, a telenovela. ¿Cómo me puedes decir que mientras
salías con una chica sabiendo que eras gay te acostabas con otro? Es que me
parece increíble, por no hablar de que nos cuentas que has conocido en un chico
en una discoteca MIENTRAS TU NOVIO ESTÁ INGRESADO A KILÓMETROS DE TI, Y PARA
COLMO ANTES DE ESO TE ACUESTAS CON SU MEJOR AMIGO. Me parece de locos lo que
estás haciendo, porque estás mal, muy mal, y los locos como tú deberían de
estar ingresados en un psiquiátrico.”
No le había molestado la verdad,
de hecho había llegado incluso a reírse ya que le parecía irónico cómo alguien
que no lo conocía de nada le juzgaba por hacer lo que él creía conveniente para
su felicidad. Aunque también, si se paraba a pensar, había sido un monstruo,
¿cómo podía haberse acostado con el mejor amigo de su novio? ¿Y haberle hecho
aquello a Georgina? Era algo increíble, algo que tal vez desencadenaría una
serie de situaciones en el futuro en las que se tendría que arrepentir de esto,
o no, ¿quién sabe el futuro? Es mejor vivir el presente tal cual, ¿no?
Fundido en Negro.
Parte 3.
Unos pantalones pitillo blancos y
una camiseta roja con un cuello de estilo marinero cuyo escote le llega casi
hasta el centro del pecho, lleva varios cordones finos que se anudan entre sí
para cerrarlo un poco. Se ha calzado sus converse blancas ya que las negras
llamarían demasiado la atención y como se ha cortado el pelo en un acto de
locura se lo ha peinado hacia arriba.
Christian contonea las caderas un
poco delante del espejo de su casa mientras sonríe pícaro. Su madre se asoma
por la puerta de la cocina y le mira negando.
Christian: ¿Qué pasa?
Madre: Nada, ¿qué iba a pasar?
Que te me haces mayor.
Christian (mirándole y
abrazándole): Oh dios, no te me pongas melodramática mamá que estoy igual que
siempre.
Madre (apretando a su hijo contra
ella): De acuerdo… ¿Sales con Nina?
Christian (se separa y sonríe
ancho): Sí, que llevo tiempo sin verla y me apetece pasar un rato con ella.
Madre: Cuidado con lo haces…
¿Quieres dinero?
Christian: ¡MAMÁ! Que es mi amiga
(estallan los dos entre risas). Sí, dame dinero porfa, que vamos a cenar en la
pizzería y luego iremos a un pub-discoteca que han abierto nuevo…
Madre: A mí no me cuentes tus
cosas que luego no duermo, ten cuidado, ¿de acuerdo?
Le da dos billetes de veinte y
después le besa en la mejilla. No le da horario, nunca lo necesita ya que sabe
perfectamente que llegando de pie y sobrio puede llegar cuando quiera. Vuelve a
besar la mejilla de su madre y grita un buenas noches a su hermana tras lo cual
sale a la calle dispuesto a ir de nuevo a aquella pista de baile.
Dispuesto a volverse a encontrar
con Samuel.
Fundido en Negro.
Parte 4.
La pizzería está llena como
siempre. Miércoles santo y la gente se entretiene en concentrarse en
restaurantes y centros comerciales sólo porque es un día de fiesta. ¿Festejar
el qué? Es algo que Christian no va a llegar a entender nunca, ¿de qué sirve
sacar a la calle figuras de cera que representan lo que “El Mesías” hizo hace
dos mil años? Es algo que no comprende, ¿de qué le va a servir creer en algo
que le odia por ser homosexual?
Son preguntas que él se plantea y
se retuerce de dolor al encontrar respuesta en el rechazo de la sociedad a esas
personas que se enamoran y mantienen relaciones sexuales con personas de su
mismo sexo. ¿Acaso importa con quién pasa tu vecino del cuarto la noche o quién
besa los labios de esa chica que se esconde tras montañas de libros en la
biblioteca? La homosexualidad, bisexualidad, transexualidad es normal, es la
sociedad quien tacha a esas personas de enfermas, de locas o incluso de que lo
hacen por llamar la atención.
¿Llamar la atención? Siempre que
piensa eso no puede evitar reírse, ojalá él no fuese gay y pudiera llevar una
vida normal, como todos esos chicos a los que les da igual lo que les rodea o su
futuro y todo lo arreglan con un “me la suda”.
Nina: Hoy estás súper absorbido,
tierra llamando planeta Christian, ¿está usted comandante?
Christian (riendo): Calla tía,
¿has pedido ya?
Nina: Sí, ah, y viene Jane, la
chica esta que te presenté…
Él responde con un asentimiento
de cabeza y vuelve a hundirse en su mente.
Hoy su mejor amiga se ha vestido
con un vestido bastante ceñido negro con transparencias, unas medias de
redecilla también negras y unos tacones Mustang que él mismo le regaló por su
pasado cumpleaños. Se había maquillado bastante, para ocultar la capa que todas
las chicas adolescentes intentan ocultar, los granos.
Christian nunca había llegado a
sentir nada por ella por mucho que la gente que los veía juntos lo dijese, ella
era su amiga, su mejor amiga y siempre estaba ahí para todo. La confianza que
tenían era como de hermanos y la quería muchísimo, a pesar de que cuando él le
contó que era homosexual ella le respondiera que le daba asco, lógico, su padre
abandonó a su madre a los tres años de tenerla a ella y se fue con un chico unos
años menor que él.
Y luego estaba Jane que se había
vestido exactamente igual que Nina pero de color rojo, como él habría dicho si
tuviera más confianza, putón. La chica no era fea, pero había algo en ella que
le incomodaba, tal vez fuese la forma en lo miraba o el trato que le daba a
pesar de que no tenían tanta confianza.
Jane: Estás callado Christian,
¿te pasa algo?
Christian niega con la cabeza y
la chica resopla bastante lo que causa cierto desconcierto a Nina y a su amigo.
¿Qué le pasaba a aquella chica por la cabeza?
Christian: ¿Habéis terminado ya
de comer? Quiero irme ya.
Nina: Cómo estamos hoy, ¿eh?
Él se limita a encogerse de
hombros y sonríe leve. Son las once y media, ¿por qué no va a haber ambiente
ya? Si es fiesta durante toda la semana, además, tenía que estar él allí, lo
presentía.
En ocasiones un presentimiento
puede llegar más fuerte incluso que el destino o la vida y puede provocar que
dos personas se unan, no por el destino ya que ha sido derrotado, sino por la
presión de dos corazones que buscan unirse.
Fundido en Negro.
Parte 5.
Efectivamente, el pub ya estaba
bastante ambientado cuando llegaron los tres. Las chicas se perdieron en la
pista de baile mientras se paseó por la barra buscándole a él, pero no estaba.
¿No habría ido o aún no habría llegado?
Suspira y se pide una copa,
decide sentarse en los asientos de la barra y quedarse ahí, no le apetecía
bailar y no había ido allí para ver hacerlo, sólo quería verle a él, y el que
no estuviese le había sentado bastante mal, pero claro, ¿por qué iba a estar
allí? Si sólo se habían visto una noche y seguramente ese tal Samuel no
pensaría en él de la misma forma en que Christian lo hacía, y en el hipotético
caso de que así fuese, ¿acaso iba a buscarlo allí? Todo resultaba irónico.
Tan irónico que cuando él le
agarró con fuerza por detrás no se lo podía creer.
Christian (intentado disimular su
sorpresa): Estás aquí.
Samuel (susurrando en el oído del
chico): Claro, ¿me esperabas?
Christian: Bueno… Tal vez.
Samuel: Yo he vine también anoche
pero no viniste, y bueno, no sabía si tú te acordarías de mí.
Christian: No iba tan borracho
(ríe leve).
Samuel: Ya, pero tal vez me daba
miedo lo que pensases de mí, tal vez me creías un loco que se había acercado
contigo a bailar y sólo te quería por… El sexo.
¿Pensar de él? Que sí, que estaba
loco, demasiado loco para acercarse a un chico de quince años roto por dentro
que jugaba a ser mayor y a mezclarse con gente que bebe y baila hasta no poder
más. Pero también pensaba que era especial, perfecto por la forma en que lo
miraba, dulce y delicado por la forma en la que le abrazaba, y esa forma tan
tierna de susurrarle al oído palabras que le dejaban sin respiración y aliento.
Ese era él, ese era su Samuel, y
quería que sólo fuese para él.
Christian: ¿T-Te apetece bailar?
Samuel: Por supuesto, feo mío.
¿Feo mío? ¿Eso le había llamado?
Llevaban ya bastante rato
bailando. El más joven lo hacía sin prestar atención a la música que sonaba y
el mayor lo hacía pegado a él, ambos movidos por la sensualidad y la tensión
del momento, tensión que de vez en cuando acababa con un acercamiento por
detrás y un “te quiero” al oído.
Pero de golpe Samuel para y mira
a Christian, le coge la mano derecha y le sonríe ampliamente.
Samuel: Escucha esta canción, se
llama “Lo que nunca fuimos” de Guille el Invencible.
A Christian se le vino el mundo a
los pies. Esa canción era preciosa, transmitía unos sentimientos preciosos y
esa letra… ¿Por qué no podía dejar de sonreír Samuel? ¿Acaso la canción iba con
doble sentido? Christian se mueve lento al ritmo de la música sin soltar la
mano al chico que le mira con cara de felicidad y ojos llenos de ilusión.
¿Acaso el amor puede surgir de la
noche a la mañana? ¿Existen de esta forma los flechazos a primera vista? ¿O
este amor estaba ya escrito por el destino desde antes? ¿Estarían sus nombres
unidos en eso que llamaban eternidad? Puede ser posible, o tal vez era sólo un
nuevo pasatiempo que la vida le había preparado a Christian para saber si podía
ser fuerte o simplemente quería devorar corazones.
Fundido en Negro.
Parte 6.
Christian caminaba la mar de
feliz de vuelta casa junto a Nina y a Jane. Él no hablaba pero sus ojos y su sonrisa delataban algo que podría haber pasado aquella noche, esa felicidad que
recorría su cuerpo desde la punta de los dedos de sus pies hasta el último pelo
de su cabeza no era normal, le encantaba sentirla, era como una droga y no
quería soltarla, necesitaba otra vez estar con él, besar sus labios de nuevo y
sentirse rodeado por sus brazos.
Sus labios…
Samuel le miraba sonriente
mientras Christian se pegaba a la pared del cuarto de baño. Habían entrado y
mirado que no había nadie, y después el mayor le había cogido la cintura con
las manos apretando suavemente y pegando todo su cuerpo al del joven. No podían
dejar de mirarse y de sonreírse el uno al otro. El silencio no era incómodo, en
lugar de eso parecía decirlo todo. La música que sonaba se escuchaba hueca
debido al aislamiento de las paredes de los servicios y aun así el que no
hablasen hacían todo más vacío, y bonito. Sólo uno de ellos tuvo el valor de
romperlo.
Samuel: Perdóname, te conozco
hace dos días pero… Pero me gustas.
Y le besó, le besó dulcemente en
los labios. Su beso transmitía calidez y profundidad, su beso le daba algo a lo
que agarrarse, una sensación nueva, unos labios distintos a los anteriores,
unas ganas de vivir nuevas.
Así tal cual lo cuenta Christian
a las dos chicas. Nina no puede dejar de reír y bromear con que deberían de
haberlo hecho allí mismo en el cuarto de baño; en cambio Jane se mantiene
alejada y bastante cabreada a causa de lo que el chico ha contado.
Tal vez no debería de saberse el
por qué, pero claro está, el destino en esta vida es muy caprichoso y sabe
jugar muy bien sus cartas.
Nina (golpeando el hombro de Jane
suavemente): ¿Qué te pasa?
Jane: ¿Que qué me pasa?
Christian: Sí… Estás rara, ¿ha
pasado algo?
La chica se pone delante de ellos
cortándoles el paso y lo suelta todo.
Jane: ¿Te digo lo que pasa? Que
odiaba que estuvieras con la cerda esa, Georgina o como coño se llame, también
odio que me vengas a mí a contarme que te has enrollado con un tío en el cuarto
de baño, ¡y menos mal que no te lo has follado porque vamos, sería el colmo!
¡Que no! Que no puedo soportar que me cuentes esto porque me duele, me duele y
me jode Christian. Porque aquí estoy yo como una gilipollas, enamorada de un
puto crío que no se aclara. ¿Y sabes qué? Haz lo que quieras con tu vida, ya te
arrepentirás de ser así.
Fundido en Negro.
Parte 7.
Lo que había pasado con Jane
había sido algo que le había molestado. ¿Cómo se había podido enamorar? Tampoco
habían hablado tanto… Además, la conoció mientras salía con Georgina y no tenía
por qué haberse enamorado.
Pero eso le daba igual. Mientras
Christian permanece tumbado en su cama no puede evitar pensar en Samuel. Tiene
su móvil y duda si mandarle un mensaje, pero son las cuatro de la mañana y no
quiere despertarle, además tal vez siga allí en el pub y no escuche el móvil a
causa de la música.
¿Se estará enrollando con otro?
Algo le presiona el pecho. Celos,
son celos y malos, porque siente algo amargo en la boca del estómago que se lo
come por dentro. ¿Acaso su beso no había tenido nada de importante? ¿Acaso ese “me
gustas” se lo decía a todo el mundo? ¿Y si sólo había sido el rollo de una
noche?
Cada vez es más increíble ;)
ResponderEliminarMe encanto, espero el prox!!!!
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