Parte 1.
Christian se despierta bastante
agobiado por todos los exámenes finales. Es ya quince de junio y hoy realiza su
último examen del curso. No se juega mucho porque es de inglés y sabe que le va
a salir bien, pero aun así está nervioso.
A pesar de las dos o tres semanas
que han pasado, el peso del pasado sigue en su pecho. Porque, ¿a quién le es
fácil olvidar a una persona a la que se lo has dado todo? El adolescente
suspira siempre que piensa en Samuel, en Rubén, en Daniel…
Georgina ha seguido a su lado
desde que ocurrió lo de las fotos, han hablado poco pero lo han hecho y, lo
mejor de todo, es que ella ha decidido quedarse a su lado a pesar del daño que
se hicieron mutuamente, y él, aunque haya momentos en los que la odie, reconoce
que la necesita a su lado.
Ya con el uniforme del instituto
puesto, sale de su casa sin hablar apenas nada con su madre y se dirige a la
parada del autobús pensando en que será un verano genial, que no se complicará
la vida, que vivirá apartado del amor y que si los sentimientos afloran, los
emborrachará con alcohol.
Después de todos esos momentos en
los que nos equivocamos, ¿por qué no aprendemos a no planificar las cosas,
aunque sea con un mínimo de detalle?
Parte 2.
Olvidar a las personas que queremos
es como intentar hablar un idioma que nunca hemos hablado antes. Nos cuesta al
principio, nos duele que existan canciones e incluso pequeños gestos que nos
hagan volver al pasado, pero después y con el tiempo, se acaba olvidando el
pasado y te acostumbras al presente, para prepararte para un futuro posible.
Y a pesar de todo, aunque no
queramos, aunque intentemos por todos los medios no pensar en lo que pudo ser o
lo que en un pasado fue, siempre volvemos allí donde solíamos querernos.
Parte 3.
El día ha pasado bastante rápido,
Christian ha pasado de clase en clase como si volase sobre un pájaro de papel.
La sirena de salida suena y los
nervios afloran, todos los alumnos de la clase se levantan dispuestos a salir
por esa puerta y no volver hasta esa misma tarde para celebrar su graduación en
Educación Secundaria.
Christian se graduará con Mar,
una chica a la que le está profundamente agradecido, por todos los gestos y
momentos que han pasado durante todo el curso. Por haberle confesado su
homosexualidad en un principio y el abrazo por parte de ella.
Salen todos rápidos, algunas
chicas hablando de que tienen que ir a la peluquería y no les dará tiempo de
comer, otros chicos hablando de lo que van a hacer en el verano o el regalo que
les comprarán sus padres por haber acabado el curso.
¿Y Christian?
Él no piensa en nada salvo en
Samuel. Esa noche él le iba a acompañar a su graduación, irían juntos.
Christian le contaría a sus padres lo de su homosexualidad, y sin embargo
ahora…
Todo iba mal. Iría solo, bueno,
con sus padres, pero que es lo mismo. Cuando bajase del escenario no tendría
quien le esperase para darle la enhorabuena por su graduación, quién le besase
como si el mundo se acabase cuando sus labios se separasen.
Ya sentado en el asiento del
autobús enciende su móvil y pone la primera canción en la lista de
reproducción: Nota de suicidio, de Porta.
Fundido en Negro.
Parte 4.
Mientras tanto, en Londres, hay
alguien que busca desesperadamente la forma de volver a España, de buscar al
chico de una noche, de enseñarle que la vida es algo más que lágrimas y
desesperación.
Dylan está dando vueltas por la
cocina de la casa mientras que Alexander, el chico delgado, le mira con cara de
preocupación.
Zack: Yo no lo entiendo, ¿qué
diantres te ha dado por un crío que no conoces de nada?
El chico de quince años mira al
mayor con los ojos llenos de odio, o tal vez de amor. ¿Quién sabe? Unos ojos
llenos de lágrimas no pueden leerse con tanta facilidad.
Al lado de Zack se encuentra
Alexis, callado mira a Dylan como si intentase descubrir algo que ya sabe pero
que no acaba de entender.
Alexander: Zack (mira a este), yo
le he dicho que… Podríamos ir a buscarlo si quiere y… ¿Por qué no?
Zack: ¿Qué os creéis que es esto?
¿Un centro de acogida?
Dylan (con tono irónico): No es
que todos conociésemos a tu marido desde hace mucho tiempo, ni siquiera tú.
Pero claro, te abren un poco las piernas, y dios, a ese me lo tiro.
Alexander: ¡Dylan!
Alexis, el marido de Zack,
suspira y agacha la cabeza. Sabe quién es el chico al que van a buscar, conoce
esa mirada perdida con la que sale en la foto que le sacó Dylan. Levanta la
cabeza de nuevo y los mira a todos.
Alexis: Podemos ir a conocerlos
si Dylan quiere.
Y entonces, este último,
agarrándose a un clavo ardiendo, se alía con ese chico al que no conoce de nada
y odia a más no poder. Quiere ir a buscar a Christian, necesita buscarle y
decirle que le quiere, que se ha enamorado de él y que no existe vida ninguna
en la que no exista su mirada.
Pero…
¿Será una mentira más o estamos
ante un posible amor a primera vista?
Fundido en Negro.
Parte 5.
Todos los alumnos están con sus
correspondientes togas azules y sus gorros preparados para la graduación.
Alineados en dos filas paralelas donde tienen que salir, sus nervios se
intensifican ante la mirada de las personas que les rodean.
Christian mira a Mar y sonríe. Lo
hace sinceramente y con el corazón. Está feliz, ha llegado su último curso en
ese instituto y ahora comienza una nueva etapa de su vida. Pero al mismo tiempo
está triste. La tiene a ella y tiene miedo de perderla, de que no se vuelvan a
ver. Aguanta las lágrimas apretando fuertemente los ojos despertando la
preocupación de su compañera.
Mar: Nada de llorar eh Chris, que
quiero que me aguante el maquillaje al menos hasta que lleguemos al escenario.
La respuesta del chico se ve
interrumpida con el comienzo de la canción que inicia la graduación. La
cabalgata de las Valkirias de Richard Wagner.
Los alumnos comienzan a caminar
al paso que tanto les había costado ensayar. Difícil les es a todos aguantar
las lágrimas. Es duro saber que ya se acaba su estancia en ese instituto donde
han pasado tantas cosas, donde han reído, han llorado juntos.
Christian pasa los ojos por el
público, y lo ve. Ve a Samuel con una leve sonrisa mirándole, y entonces en él
mismo aflora una nueva sonrisa. Mira hacia otro lado y respira hondo. ¿Por qué
ha tenido que ir?
De nuevo los sentimientos golpean
su mente y corazón, le persiguen y corren tras él, lo retienen en un rincón y
ahí, sin más pretexto que el de un amor más fuerte que la razón, provocan de
nuevo ese torbellino de sentimientos que hace de las personas monstruos por
amar y ser correspondidos.
¿O acaso no es así?
Fundido en Negro.
Parte 6.
En ocasiones de la vida nuestro
camino se bifurca. Tenemos que tomar decisiones, arriesgarnos, darlo todo y
ganar o perder, no dar nada y tal vez ganar, o perder. En tales ocasiones
nuestra mente huye, intenta refugiarse en sus pros y contras, en qué está bien
o está mal.
En cambio, cuando es el amor
quien te hace decidir, quien te obliga a decir si tienes o no que corresponder,
si tu vida ha de depender de una persona y prefieres seguir esperando a que
venga el indicado a robarte el corazón, lo hacemos todo a lo loco. Saltamos al
vacío y ni siquiera cerramos los ojos. ¿Qué más da la caída?
Sólo nos importan los
sentimientos, la felicidad que la decisión nos dará. Sin pensar en el futuro
decidimos nuestro presente, vivimos el momento sin siquiera pararnos a pensar
qué vendrá después de eso, si acabará o durará hasta que la muerte nos cubra
con su fúnebre manto.
¿Para siempre?
He visto cigarros que han durado
más que esa expresión.
Y ahora, con una mano en el
corazón y los sentimientos en un puño, con una mirada, una sonrisa. La simple
acción de estar presente en un acto importante… Y todas esas razones por las
cuales volveríamos a hacerlo, sin pensarlo, volvemos a saltar al vacío.
Fundido en Negro.
Parte 7.
Ha terminado la graduación y
Christian se ha despedido de sus amigos. Está bajando la cuesta hasta los
aparcamientos y sabe que Samuel va detrás de él. Sus padres no le conocen y es
mejor así. Él se debate si pararse a hablar con él o no.
Su móvil suena y es un mensaje
del chico que anda a un metro escaso de él: ¿No
podemos hablar? Por favor.
Christian ríe en alto y se para
en seco.
Christian: Mamá, que Mar quiere
que suba arriba para hacernos una foto de grupo, bajad vosotros que ahora voy
yo.
Los padres le creen y se marchan
a paso rápido ante el frío de la noche. Christian se da la vuelta y mira a
Samuel fijamente, suspira y aprieta los ojos, después los abre y sonríe de
lado.
Christian: ¿A qué has venido?
Samuel (en voz baja): No seas tan
serio…
Christian: No me hagas hablar
Samuel, repito mi pregunta, ¿a qué has venido?
Samuel: Quería cumplir mi promesa
de acompañarte en tu graduación, sé que era una noche importante para ti.
Christian (ladeando la cabeza,
intentado no creer lo que dice): Gracias. ¿Algo más?
Samuel: Christian cielo, por favor…
Christian (aprieta el puño): Ni
cielo ni nada. Por favor, ¿algo más?
Samuel (niega con la cabeza): No
Christian…
Christian: Encantado de verte (se
da la vuelta y decide irse, pero se para y sonríe sin que él le vea). Suerte en
tu graduación Samuel.
Y se va sin escuchar la respuesta
del otro chico. Huye de su presente, se escapa de los sentimientos y busca
donde refugiarse mientras deja que su móvil vibre, sin ganas de atender a quien
le llame.
Entonces es cuando Christian
decide guardar el pasado en una caja mental, apartarla en un rincón de su mente
para no tropezar, taparla con una manta mental para no verla, y vivir lo que le
venga.
Tal vez consiga hacerlo, olvidar
el pasado. O tal vez no es el momento aún de callar los fantasmas que un día
besaron sus labios y recorrieron su piel desnuda con las manos.
Fundido en Negro.
Parte 8.
En el aeropuerto de Madrid se
bajan cinco chicos vestidos de negro. Llevan gafas de sol puestas a pesar de
que sea de noche y caminan rápidamente. Los cinco con un acento londinense
buscan entrar en España sin problemas.
Lo consiguen.
Uno de ellos busca su móvil y
realiza una llamada a un número. No lo coge, pero no comunica, simplemente no
lo coge. ¿Por qué no lo cogerá? ¿Acaso ha borrado el número de teléfono? O tal
vez…
Niega con la cabeza e intenta
apartar de su mente ese pensamiento tan retorcido y doloroso. Suspira y guarda
el teléfono, mira a sus compañeros que están terminando de enseñar los
pasaportes y después, sin más pretexto que un amor fugaz, salen en busca de un
taxi que les lleve a la ciudad de Madrid.
Y a esa persona en concreto, que
le lleve allí donde el amor se hizo presente por primera vez en su vida.
Fundido en Negro.